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El modelo económico vigente, además de profundamente injusto, es el motor principal de la destrucción ambiental. No se conseguirá revertir la acelerada destrucción del planeta Tierra, la única casa que tenemos, sin un cambio drástico de rumbo en la economía mundial.
Tratados, como el TTIP y ISDS sólo benefician a las grandes empresas, dándolas más privilegios. La democracia y el bienestar de los ciudadanos suponen impedimentos para estas empresas que buscan operar sin considerar la salud de las personas y nuestra dependencia en un planeta vivo.
Asimismo las reglas comerciales y la actuación de las empresas transnacionales son, con demasiada frecuencia, sinónimo de catástrofes ambientales y sociales.